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dekeberna1983

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66. Mejor no caer en esa miseria. Miremos el modelo del buen samaritano. Es un texto que nos invita a que resurja nuestra vocación de ciudadanos del propio país y del mundo entero, constructores de un nuevo vínculo social. Es un llamado siempre nuevo, aunque está escrito como ley fundamental de nuestro ser: que la sociedad se encamine a la prosecución del bien común y, a partir de esta finalidad, reconstruya una y otra vez su orden político y social, su tejido de relaciones, su proyecto humano. Con sus gestos, el buen samaritano reflejó que la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro[57].


119. En los primeros siglos de la fe cristiana, varios sabios desarrollaron un sentido universal en su reflexión sobre el destino común de los bienes creados[91]. Esto llevaba a pensar que si alguien no tiene lo suficiente para vivir con dignidad se debe a que otro se lo está quedando. Lo resume san Juan Crisóstomo al decir que no compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos[92]; o también en palabras de san Gregorio Magno: Cuando damos a los pobres las cosas indispensables no les damos nuestras cosas, sino que les devolvemos lo que es suyo[93].




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120. Vuelvo a hacer mías y a proponer a todos unas palabras de san Juan Pablo II cuya contundencia quizás no ha sido advertida: Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno[94]. En esta línea recuerdo que la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada.[95] El principio del uso común de los bienes creados para todos es el primer principio de todo el ordenamiento ético-social[96], es un derecho natural, originario y prioritario[97]. Todos los demás derechos sobre los bienes necesarios para la realización integral de las personas, incluidos el de la propiedad privada y cualquier otro, no deben estorbar, antes al contrario, facilitar su realización, como afirmaba san Pablo VI[98]. El derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad. Pero sucede con frecuencia que los derechos secundarios se sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica.


217. La paz social es trabajosa, artesanal. Sería más fácil contener las libertades y las diferencias con un poco de astucia y de recursos. Pero esa paz sería superficial y frágil, no el fruto de una cultura del encuentro que la sostenga. Integrar a los diferentes es mucho más difícil y lento, aunque es la garantía de una paz real y sólida. Esto no se consigue agrupando sólo a los puros, porque aun las personas que puedan ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse[206]. Tampoco consiste en una paz que surge acallando las reivindicaciones sociales o evitando que hagan lío, ya que no es un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz[207]. Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias. Armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo! Enseñémosles la buena batalla del encuentro!


260. Como decía san Juan XXIII, resulta un absurdo sostener que la guerra es un medio apto para resarcir el derecho violado[243]. Lo afirmaba en un período de fuerte tensión internacional, y así expresó el gran anhelo de paz que se difundía en los tiempos de la guerra fría. Reforzó la convicción de que las razones de la paz son más fuertes que todo cálculo de intereses particulares y que toda confianza en el uso de las armas. Pero no se aprovecharon adecuadamente las ocasiones que ofrecía el final de la guerra fría por la falta de una visión de futuro y de una conciencia compartida sobre nuestro destino común. En cambio, se cedió a la búsqueda de intereses particulares sin hacerse cargo del bien común universal. Así volvió a abrirse camino el engañoso espanto de la guerra.


La película cuenta un hecho real sobre la misión al espacio Apolo XIII, el que sería el segundo viaje con destino a la luna y que, tras una serie de inesperados sucesos, tuvo que abortar su misión. La cinta supone una adaptación del libro Lost Moon escrito por el excomandante de la misión. 2ff7e9595c


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